En España, la derecha ha decidido instalar un nuevo mantra: “las personas migrantes vienen a cobrar ayudas sin trabajar”. Lo repiten dirigentes del Partido Popular, lo amplifican algunos medios afines y lo refuerzan los ecos de la extrema derecha. Alberto Núñez Feijóo ha llegado a poner cifra a esa supuesta “invasión subsidiada”: 550.000 personas extranjeras que, según él, viven de ayudas sociales sin haber trabajado nunca. Medio millón de personas. Medio millón de culpables fabricados.
Pero cuando se pregunta de dónde salen esos números, el PP calla. No hay informe, ni estadística, ni fuente oficial que respalde esa cifra. Es una invención política, una mentira calculada para alimentar el miedo y el resentimiento. Porque nada moviliza más que el temor a que “otros” vivan a costa del esfuerzo propio. Y en esa ecuación tóxica, Feijóo y su partido han decidido que la verdad es prescindible si el objetivo es erosionar la convivencia y cosechar votos.
Los datos oficiales desmontan el bulo con una contundencia que debería avergonzar a cualquiera que aspire a gobernar un país:
.Solo 134.000 personas extranjeras perciben el Ingreso Mínimo Vital, una ayuda que exige estar en situación administrativa regular y cumplir criterios estrictos.
•Más de 3,3 millones de personas extranjeras trabajan y cotizan en España, sosteniendo con sus impuestos las mismas ayudas que se les reprochan.
•Quienes están en situación administrativa irregular no pueden acceder a prestaciones sociales, salvo ayudas de emergencia destinadas a menores o víctimas de violencia o maltrato.
Todo lo demás es propaganda.
El discurso del privilegio y el miedo
Esta estrategia no es nueva. Es la traducción española del viejo populismo xenófobo que ya explotaron otros líderes europeos: distorsionar los datos, señalar a los vulnerables y presentar la compasión como debilidad. Pero lo que resulta más grave no es que lo diga Vox que vive de este combustible ideológico, sino que lo repita el principal partido de la oposición.
El PP ha decidido competir con la extrema derecha en el terreno de la mentira y el odio, erosionando las bases éticas del debate público. En lugar de hablar de salarios, vivienda o desigualdad, prefieren hablar de “efecto llamada”, “subvenciones” y “vagos con papeles”. Y lo hacen sabiendo que no es verdad.
Porque cuando un dirigente afirma, sin pruebas, que cientos de miles de personas cobran sin trabajar, no solo miente: criminaliza la pobreza, estigmatiza la solidaridad y envenena la democracia.
La política del desprecio
El resultado de esta narrativa es devastador: vecinas contra vecinas, trabajadoras contra trabajadoras, ciudadanas autóctonas contra ciudadanas de origen migrante. Se inocula la idea de que los derechos son un privilegio nacional, no humano. Que la dignidad depende del pasaporte. Que la pobreza ajena es una amenaza.
Frente a esa política del desprecio, hay que responder con claridad y sin complejos: la mentira no puede ser un proyecto político. Y menos aún cuando se utiliza para atacar a quienes menos tienen.
Feijóo no ha presentado datos, pero sí ha mostrado una estrategia: convertir la falsedad en herramienta electoral. Y eso, más que una irresponsabilidad, es una forma de corrupción moral.
Verdad, dignidad y responsabilidad
España no necesita más bulos, necesita políticas serias, datos verificados y dirigentes con sentido de Estado. Necesita líderes que entiendan que la verdad es una obligación democrática, no una opción de campaña. Necesitamos una oposición responsable.
Porque cuando un país normaliza el uso de la mentira para justificar el rechazo al otro, ya no discute de política: discute de humanidad.
Por Max DIATTA